martes, 14 de febrero de 2017

VENTANAS CON VISTAS AL MUNDO GLOBALIZADO


Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo.
 Comisarios: Manuel Borja-Villel, Cristina Cámara, Beatriz Herráez, Lola Hinojosa y Rosario Peiró.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Calle Santa Isabel, 52. Madrid.
 26/10/2016 a 13/03/2017.

Silvia Blázquez Nevado.  14/02/2017

El neoliberalismo imperante a escala mundial de los últimos veinte años ha desatado una globalización capaz de neutralizar a la población y mermar sus diferencias casi hasta la fabricación en serie de cada individuo. La reacción por parte del ámbito artístico -en el cual el concepto de modernidad también se ha ido estandarizando- ha sido plasmada en Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo, una exposición comisariada por Manuel Borja-Villel. Las obras presentes en la muestra, de las cuales la mayoría son adquisiciones, reflejan la perspectiva que los diferentes artistas tienen sobre la configuración socio-económica actual y problemas tan cotidianos como la re-territorialización, la globalización o los debates de alteridad.

Ya sea en nuestra ciudad o país, ya sea en las antípodas, cada territorio que conforma este mundo aparentemente homogéneo funciona como decorado de ficciones políticas, algunas evocadoras y otras mucho más actuales y reales. Paradójicamente, los territorios no gobernados o también llamados espacios no reconocidos -véanse los campos de refugiados o las fronteras- coexisten con una supuesta unión mundial fraternal, que más bien deberíamos referirnos a ella como fratricida. Un buen ejemplo son los testimonios que Antoni Muntadas recoge de personas a un lado y otro del Estrecho de Gibraltar en el documental On translation: Miedo/Jauf. Por otro lado, resulta difícil asimilar los continuos cambios producidos en esta sociedad globalizada y acelerada, especialmente si nos referimos a la morfología y el concepto de ciudad. La construcción masiva de edificios y fábricas, propiciados por la especulación y el consumo desbordante o el aumento de los suburbios ante el crecimiento demográfico de las grandes urbes se reflejan en los trabajos de artistas como Joaquim Jordà o Juan Ugalde. Destaca la elocuente e impactante obra de Ibon Aranberri, que arrincona decenas de fotografías aéreas de presas y centrales hidroeléctricas.


El maremágnum social derivado de la globalización también se aborda en Ficciones y territorios, desde la digitalización de la vida analógica plasmada en Analogue, de Zoe Leonard, el trabajo industrial en serie expresado por Harun Farocki y Antje Ehmann en su videoinstalación Trabajadores saliendo de la fábrica durante once décadas, hasta las protestas sociales estampadas en los proyectos artísticos del Taller Popular de Serigrafía o el de Alice Creischer y Andreas Siekmann. La alteridad en sus múltiples formas constituye el hilo conductor de las últimas secciones de la exposición, más abstractas y teóricas, visualmente impactantes pero con un significado no tan directo como el de obras precedentes, llegando en ocasiones a una costosa y ambigua interpretación. Pero, ¿es necesario un discurso claro en una sociedad cuyos cambios y variedades de opinión están a la orden del día? Dicha abstracción es consecuencia de la teatralización y performatividad que los artistas han manifestado en piezas como instalaciones, textiles o murales. Sin embargo, estas últimas secciones exigen un esfuerzo extra al espectador, el cual, tras haber ido asimilando la vasta cantidad de obras de las secciones precedentes, debe cambiar su percepción para desentrañar y conectar significados mucho más implícitos. Por ello, el final de la muestra resulta abierto y desconcertante. No tanto la sala titulada “Poética de lo diverso”, en la que pueden reconocer más fácilmente las posturas feministas y descolonizadoras, pero sí en “Modernidad fuera de tiempo” y “Vidas imaginarias”. Realmente, las dos últimas pueden considerarse una última y larga sección, que podría prolongarse indefinidamente a modo de símil con el presente perpetuo en el que vivimos, que se actualiza continuamente y no nos permite atisbar un futuro a medio o largo plazo. Parece que los conflictos e interrogantes cotidianos necesiten de la ventana artística para poder reflexionar sobre ellos detenidamente.

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