Ficciones y territorios. Arte para pensar la
nueva razón del mundo
26 octubre, 2016 - 13 marzo, 2017 /
Edificio Sabatini, Planta 3ª
Organización: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Comisariado: Manuel Borja-Villel,
Cristina Cámara, Beatriz Herráez, Lola Hinojosa y Rosario Peiró.
Elena Revilla López
Una vez más me veo sumergida en una
nueva, caótica y a la vez atractiva visita al Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía, esta vez por Ficciones y
territorios. Arte para pensar la
nueva razón del mundo. Es
recomendable dejar toda pertenencia en las taquillas, pues el tiempo que hay
que dedicar a la exposición es altamente elevado. Como de costumbre, comparto el
ascensor acristalado con visitantes emocionados que fotografían Madrid y
murmuran entre ellos. Y yo, algo aturdida, caigo en la trampa y comienzo la
visita por la sala equivocada. Por suerte, y sin que todavía sea demasiado
tarde, remedio mi error y consigo reubicarme para poder adentrarme en el
imaginario expositivo confirmando en primera persona su gran volumen, ocho
secciones que reúnen un amplio conjunto de obras de reciente adquisición
elaboradas desde los años noventa hasta la actualidad. Es necesario adentrarse
más a fondo en las primeras secciones Globalización
y territorio, Ficciones políticas, Territorios
no gobernados y La ciudad “otra”,
pues sus obras expuestas representan
a la perfección la visión desestructurada y cada vez más corrompida del mundo,
sumado a su respectivo desarrollo económico, movido por una ferviente corriente
neoliberalista, perfecto testimonio de una sociedad que, desgraciadamente, cada
vez sentimos más cercana, íntima y veraz.
La razón del mundo se ve
extraordinariamente representada al adentrarnos en una sala abovedada que nos
da la bienvenida a un bucólico y globalizado horror vacui de la mano de la fotógrafa Zoe Leonard con su obra Analogue, serie de 400 fotografías analógicas
desarrolladas entre 1998 y 2007. Como si de un feed de Instagram se tratara asistimos en primera persona a un gran
repertorio de imágenes de lo cotidiano, donde destaca la vida y el capitalismo.
A través de estas representaciones podemos ver la belleza de lo banal junto a
la exhibición poética que va de lo abstracto a lo material: Carteles que
anuncian descuentos y precios de bajo coste, electrodomésticos de segunda mano,
productos de belleza y peluquería, cámaras y televisiones, una fotografía del
soñador Luther King en un escaparate, antigüedades que resurgen como un ave
Fénix y nos muestran la cara más auténtica de uno de los mercados más grandes
del mundo. Esta realidad también podemos encontrarla representada en movimiento
de la mano de Antje Ehmann y Harun Farocki con Los trabajadores saliendo de su lugar de trabajo (2011-2014), sin
olvidar las interesantes propuestas de Ibon Aranberri y Peter Friedl. Es
importante destacar la posición que toma España en la muestra, pues se convierte
en un eslabón imprescindible ya que el sector urbanístico es otra pieza clave
de la problemática planteada en la exposición, teniendo como ejemplo los
familiares barrios madrileños de Vallecas, representado en Castillos en el aire (2012) de Hans Haacke, y Lavapiés con las
fotografías realizadas en el verano de 2014 de Manuel Laguillo.
Tras finalizar Ficciones y territorios podemos ver cómo la experiencia no
termina de llenarnos al cien por cien. Pese a su apasionado arranque, ciertamente
notable en las primeras salas, las cuales se mantienen perfectamente conectadas
entre sí bajo un crítico realismo, notamos cómo se va perdiendo y deshaciendo el
hilo conductor de la muestra a medida que avanzamos por sus secciones y
recovecos. Debido, quizás, a su cruel recorrido laberíntico y a su inabarcable
número de piezas, muchas de ellas de contenido audiovisual que obliga a que el espectador dedique más tiempo a su visualización, mostrándose activo en todo momento. Y esto, desgraciadamente, sólo está al alcance
de unas pocas exposiciones. En ti está saber cómo adentrarte y salir ileso de
este gran escaparate al mundo.
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