lunes, 13 de febrero de 2017

Una reflexión necesaria

Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo
MNCARS, Madrid
Del 26 de octubre de 2016 al 13 de marzo de 2017

Marta del Castillo Bravo

«Las narraciones historiográficas, aunque estén basadas en realidades, operan como ficciones. Los relatos que construyes como historiador, con la mediación de la institución, son enunciados que tienen efectos sobre la realidad del presente. Modifican también la percepción colectiva que se tiene del pasado. Las ficciones y el discurso no sólo reflejan la estructura de poder, sino que constituyen el propio poder por el que se lucha, especialmente hoy. »

Conversación con Manuel Borja-Villel, Marcelo Expósito (Ed. Turpial 2015) pg. 104

Comisariada a cinco bandas (el director del MNCARS e historiador del arte Manuel Borja-Villel, la jefa de Colecciones de la institución Rosario Peiró, y las comisarias Cristina Cámara, Beatriz Herráez y Lola Hinojosa), Ficciones y territorios cierra y abre el ciclo 2016-2017 del MNCARS. La elección de los contenidos responde a la voluntad de poner en común las prácticas artísticas adquiridas por la institución y desarrolladas internacionalmente desde los últimos 20 años que apelan a los efectos arrasadores de un neoliberalismo global. El subtítulo Arte para pensar la nueva razón del mundo hace referencia a la publicación de Pierre Dardot y Christian Laval La nueva razón del mundo: Ensayo sobre la sociedad neoliberal (2013), y el conjunto de las obras escogidas propone una mirada constante sobre los agentes, prácticas y medios que intervienen en la creación de subjetividades políticas contemporáneas, pero sobre todo una mirada sobre los cuerpos que reciben el impacto.

Es interesante en este sentido el modelo de exposición-ensayo articulada a partir de ocho episodios (Globalización y territorio, Ficciones políticas, Territorios no gobernados, La ciudad “otra”, El trabajo y la plata, Poética de lo diverso, Modernidad fuera de tiempo y Vidas imaginarias) que ofrecen diferentes perspectivas y contextos de lo que ocurre dentro y fuera, siendo cruciales la potencial comunicación y transvase de conceptos entre salas y el diálogo entre piezas que caracteriza este tipo de montaje. Destacar sobre todo la pieza que abre la exposición, Analogue 1998-2009, de Zoe Leonard (que tuvo una exposición retrospectiva en 2008 en el mismo museo), que ya provoca una reflexión en torno a la red de conexiones del capitalismo corporativo entre zonas geopolíticas más o menos desarrolladas y su interdependencia, y cuyo montaje forma diálogos cruzados entre escaparates y productos de los barrios bajos de NY y el recorrido en sus lugares de destino, en torno al concepto de obsolescencia. Pero también se rescata la idea de “frontera” como lugar no regulado, o casi prostituido en su regulación, a partir del documental On translation: Miedo/Jauf (2007) de Antoni Muntadas que nos recuerda a través del montaje entre documental y cultura popular nuestra condición de cómplices en la producción y transmisión de estereotipos en torno a la cultura árabe como parte de una superestructura mucho más compleja y organizada. Resaltar también la pieza audiovisual de Joaquim Jordà De niños (2003), que es capaz de sintetizar a partir de un falso caso judicial de pederastia en el barrio del Raval de Barcelona los conflictos y contradicciones que se producen en los procesos de higienización urbanística (y pelotazos, que vienen bien a cuento en nuestra actualidad) desde la mal entendida Transición. Enumerar la cantidad y calidad de las piezas seleccionadas puede ser una tarea abrumadora (pues cuenta nada menos que con 52 artistas), no obstante también hay que apuntar que algunas como La rueda dentada (2009) de Asier Mendizábal, Empire (or K.D) (2013-2011) de Jorge Ribalta o Top 30 (2008) de Juan Ugalde, entre otras, no funcionan como se pretendía dentro del montaje por el motivo siempre recurrido de “ninguna justificación en la cartela”.

Sin embargo, la experiencia puede ser un poco ardua. El recorrido no facilita las cosas: cambios de dirección, saltos de una sala a otra, pasillos intrincados…atribuible a las ya conocidas instalaciones del museo y a la búsqueda de la adecuación obra-sala, pero causa de una inevitable sensación de mareo. Pero sobre todo porque la exposición requiere de un público paciente y reflexivo para tal cantidad de obras y artistas. Esto quiere decir que para llegar a profundizar en la totalidad de las piezas habría que pasar el día entero dentro del museo teniendo en cuenta la gran cantidad de obra documental y audiovisual, que únicamente vistas de pasada tendrían una función francamente banal.  

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