lunes, 13 de febrero de 2017


La información es saber
             
Ficciones y territorios: Arte para pensar la nueva razón del mundo.
Museo Nacional de Arte Reina Sofía.  
Exposición del 26 de octubre de 2016 al 13 de marzo de 2017, Edificio Sabatini, Planta 3.
Comisariada por: Manuel Borja-Villel, Cristina Cámara, Beatriz Herráez, Lola Hinojosa y Rosario Peiró.  Artistas: Varios.
                                                                                                     Ana de Gracia Hurtado.

El MNARS nos presenta los lugares más desconocidos tanto de la capital pasando por Berlín, por Nueva York o de Argentina; un laberinto en el que parece obligatorio perderse para encontrarse, carente de señales que indiquen el sentido del recorrido potenciando el libre albedrío del visitante. Una exposición que junta las obras de cincuenta artistas, desde españoles, latinoamericanos, donde se dejan ver obras pertenecientes a los fondos del museo como las nuevas adquisiciones; eso sí, todas las piezas de un estilo totalmente contemporáneo. Obras de lenguajes diversos: fotografías, vídeo y películas, performance, montajes que dan forma a una relectura de textiles; todas basadas en los acontecimientos destacados de la década de los noventa hasta los 2000. Los artistas, 50 en total, nos llevan a pensar en aquello que normalmente no interesa, lo que se deja al margen y que, sin embargo, se valen de elementos que nos rodean y que excitan mayor interés al respecto. Una reivindicación de una realidad oculta, en cierto modo, que va en contra de los ideales de la sociedad mundial. Lo que se considera ajeno al entorno de alguien que pertenece a una cultura occidental, que no responde a lo común, lo diferente, lo rechazado… estos artistas quieren mostrar esos territorios, cómo son realmente y cómo se han mostrado.

La estructuración de la exposición y la cantidad de obras expuestas parecen ser como un reflejo de la cantidad de noticias e información habida desde los 90 hasta casi la actualidad; como si quisieran simplemente plasmar una acumulación de obras que nos puede llevar a rememorar a aquellas cámaras de maravillas donde la cantidad superaba a la calidad. Todas las obras que vemos se consideran de arte contemporáneo, y están motivadas por la realidad. Crean un espacio de tiempo político. Un arte para pensar en la nueva razón del mundo, una etapa afectada por el liberalismo, la desigualdad social y  la industrialización. Una colonización de la mano de la industrialización. El neoliberalismo no ha cesado de crear estructuras y normas, consolidando una sociedad que se ha vuelto cada vez más autoritaria y en la que los aparatos de control han actuado de modo implacable con un objetivo común: de cómo la cultura acaba siendo prácticamente igual, la diversidad ha desaparecido. Se  plantea un discurso de alteridad a través de la visión del “otro”, un enfrentamiento a la “otra” realidad tanto económica, política, territorial o social. Los territorios explorados pueden ser físicos o de identidad. Una relectura de la modernidad como un concepto inseparable del periodo colonial.


Estamos ante una muestra de cómo la globalización ha cambiado el mundo y su visión sobre él. Ante una mirada crítica al capitalismo y al movimiento del neoliberalismo. Pareciera como si esos conceptos, en lugar de cumplir su prometido, hubieran causado un efecto contrario: una separación mayor dentro de un espacio común. La globalización pretendía, de alguna manera, unir mediante la comunicación e interrelación a los distintos países/ciudadanos del mundo, sin embargo, pareciera que solo ha aumentado las barreras entre nosotros y no fuéramos capaces de ver más allá de nuestra propia realidad. Como si dentro del territorio común hubiéramos creado un micro mundo que nos hace ver que lo exterior no puede afectarnos. ¿Y qué es la vida actual sino una acumulación de información diaria?  ¿No estamos acaso ante la era de la información? Estamos bombardeados de información a diario a través de los medios de comunicación, internet, redes sociales, etc… pero parece que no quiere admitir que esas imágenes son tan reales como lo son nuestras vidas, y que aunque no lo suframos existe, y hay que tener un conocimiento y una conciencia de ellas, tanto de las pasadas como de las presentes.

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