martes, 14 de febrero de 2017

Lo ridículo del entendimiento


Ficciones y territorios: Arte para pensar la nueva razón del arte.
Museo Nacional de Arte Reina Sofía
26 de octubre de 2016- 13 de marzo de 2017


Territorio donde todo son territorios y verdades que parecen ficciones. La exposición nos muestra que todo lo convertimos en capital, y esto es gracias a la sociedad neoliberalista maravillosa en la que vivimos. Miles son los temas que abarca la tercera planta: cuerdas, muros, colonialismo, empresa, Creencias, símbolos, capital, paisajes que nos cargamos y trabajadores que sobre explotamos. Al fin y al cabo, hablamos de ese poder que arrebata con todo y la manera en la que manipula hasta los propios territorios. Muchas serían las premisas de “Ficciones y territorios” quizás demasiadas, si lo que pretendemos es ser concretos a la hora de elegir una. De hecho, por mucho que lo pienso, considero inabarcables las cosas que quieren contarme con esta cantidad de obras que tienen más identidad que los humanos y con dispares autorías.
En realidad, es como embarcarnos en lo que es verdaderamente la producción, y lo que conlleva que todo se convierta en capital, es decir, en el capitalismo, que al final parece que hablemos de algo inacabable, nunca mejor dicho.

Comencé mi visita yéndome a la izquierda del ascensor, y me dieron la bienvenida los trajes y sus diseños, esos que son solo de hombres y me recuerdan el mundo patriarcal en el que estamos. Además de los patrones todos iguales, por la inexistencia de la identidad, y esos antidisturbios que lo demuestran. Quizás se traté de un resultado de lo que es la producción de la que habla toda la exposición, pero de cierta manera a  mi me sirvió para reflexionar a cerca de lo que pasaría a ver en las siguientes horas; además de que pudo ser lo que me hizo prejuzgar el resto de la planta, como queramos verlo.
Continué, y se me grabaron distintos documentales, más largos que cortos pero que gracias a ellos puedo decir que disfrute de mi rato por esa planta. Uno de ellos de Farocki y el otro de Joan Moreira Salles. Tenían alma. Bueno, todas las obras la tenían porque no creo que haya verdadero arte sin alma; pero si me rigiera por el mínimo esfuerzo, ambos documentales brillaban junto a las fotografias de Maruch Sántiz Gómez. Estas obras sí que tenían trocitos de alma. El juego de un niño, el hacer lo que uno siente dentro de la sociedad en la que está prohibido que lo hagamos. Que esté presente el simbolismo y la poética, como en las manos detallas de “Santiago” en el documental. Porque al final, como no se quien dijo, no hay más que mirar algo con detenimiento para que se convierta en algo bello. Y así me ha resultado la exposición, bella por no parar de mirar.

A veces creo que estoy siendo igual de poco concreta que la exposición pero tampoco quiero hacer una memoria sensorial de lo que ha sido.
En definitiva, se trata de aprender y de darnos cuenta, todo el rato, darnos cuenta. Que podamos abarcar tantos temas al ver solo una exposición me  hace pensar, y tomar conciencia del trabajador, de dónde estamos y dónde estuvimos. Y lo que es peor, y eso que soy muy idealista, a dónde vamos a llegar. Es casi igual de doloroso que el día de San Valentín, pero aquí estamos. Tomando conciencia del presente, solo de algunas maneras, la primera por ejemplo mientras vemos en las redes que sale Trump de presidente de Estados Unidos y la segunda viendo este tipo de arte. Que me lleva a pensar, por qué mi entendimiento es tan diminuto y me cuesta tanto comprender lo que significa todo esto en conjunto.



Loreto Sáenz de Sta. Mª Larrea

No hay comentarios:

Publicar un comentario