Título de la exposición:
Ficciones y territorios: arte para pensar la nueva razón del mundo
Organización:
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Comisariado:
Manuel Borja-Villel, Cristina Cámara, Beatriz Herráez,
Lola Hinojosa y Rosario Peiró
Duración de la exposición:
26 de octubre de 2016 - 13 de marzo 2017
by Álvaro Orosa Talarewitz
De todos los
monstruos de los que se ha hablado a lo largo de la historia, no ha habido al
parecer uno más terrible que el neoliberalismo. O al menos eso desea manifestar
la exposición “ficciones y territorios”. Todos los males y desastres de este
mundo han sido permitidos por esta entidad que rodea nuestro mundo, provocando
divisiones, pobreza, guerras, migraciones forzosas, separaciones entre clases…
Satanás ha muerto, el nuevo demonio de nuestro tiempo se llama neoliberalismo.
La verdad es
que discursos de este tipo no es la primera vez que se emiten, puesto que ya
vimos algo similar recientemente en la exposición “Atlas, las ruinas de
Europa”, aunque con sus propios tintes personales. Esta clase de ideas que
giran en torno al cuestionamiento del capitalismo o el rechazo a los
movimientos liberales y neoconservadores están realmente a la orden del día.
Forman parte de algunas de las dimensiones a las que atiende el arte
contemporáneo en sus corrientes a partir de la década de los noventa. Resumiendo:
es un discurso con una fuerte carga política y con una clara intención
renovadora en contraposición a la “distopía” que nos toca vivir. Son no
obstante, a ojos de un auto declarado neoconservador, esta clase de
exposiciones, que generan un discurso transformador sobre las obras de arte,
tornándolas en complejísimas armas discursivas casi incomprensibles en algunos
casos, las que crean el verdadero mal de nuestro tiempo, al monstruo que acecha
debajo de la cama.
Y
es que lamentablemente esto es así, el verdadero demonio de nuestro tiempo,
aquel que hace que el arte contemporáneo se convierta en un arma de las élites
intelectuales, es el producto del comisariado de exposiciones como esta. Aunque
a algún “cultureta” de libro esto le trastorne, sí, me he declarado en favor
del neoliberalismo, en su adalid y su más tierno defensor. Lo pre-quiero, puesto
que forma parte del cinismo que algún día será o que es ya propio de mi
generación. Es en medio de todos estos discursos de fuerte carga intelectual,
donde me pregunto yo entre inquieto y nostálgico, ¿Dónde ha quedado la
consideración hacia el espectador? ¿Dónde están los valores universales de
educación y formación públicos del museo? ¿Acaso hemos vuelto al siglo XIX y
estamos reconvirtiendo el museo en una institución para las élites? No ayuda
además, que la institución que acoge a la exposición (Museo Reina Sofía), tenga
una disposición infernalmente caótica. Francamente, no es una muestra que puedas ver
en un solo día, pero dudo que la mayoría de los espectadores tenga ningún deseo
de repetir la experiencia.
Lo diré claro
para aquel que aún no me haya entendido: culpar al neoliberalismo es fácil,
admitir que el vacío de nuestro tiempo está provocado por nosotros mismos, no
tanto. La postmodernidad, el capitalismo exaltado y el neoliberalismo no son la
causa de la enfermedad de la humanidad, son los síntomas que la delatan.
Lamentablemente los valores románticos o ilustrados, excepto para unos pocos,
han muerto. Vivimos en las ruinas de la civilización, con los restos del arte,
donde mueren los grandes que no deben morir, y sobreviven aquellos que deben
ser exterminados. Y es en medio de todo esto cuando miramos a nuestro alrededor
y nos preguntamos ¿Cómo ha podido suceder esto?, y a los ojos de los simples
viene el nombre del neoliberalismo. Pues no señor. Cobran actualmente mucho más
sentido obras que hablan sobre nostalgia romántica, que las del segundo acto de
la exposición, que únicamente se pueden describir como una sucesión de errores
nacionales de una España casposa Si alguien me pide que suelte el pasado
idealizado, francamente, quedará decepcionado.
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