Borrador para una exposición sin título (cap. II). Cabello/Carceller
Centro de Arte 2 de Mayo
Comisario: Manuel Segade
Del 20 de enero al 7 de mayo de 2017
Javier Martín Silva
Cabello/Carceller son la unidad
dual más representativa del arte de género español a nivel internacional,
evidencia de ello fue su presencia en el Pabellón español de la Bienal de
Venecia de 2015. El Centro de Arte 2 de Mayo de Móstoles recoge
una muestra retrospectiva de la obra de estas artistas por primera vez con la
intención de hacer una crítica demoledora a la hegemonía cultural del género
pasado por el filtro del varón occidental. El comisariado corre a cargo de
Manuel Segade, director del propio centro, por lo que la exposición se
encuentra cuidadosamente elaborada, sin dejar ningún cabo suelto, todos los
detalles están cuidados y la sensación es la de una limpieza absoluta, clínica.
Este probablemente sea el mayor problema, la pulcritud del espacio seda unas
obras creadas para despertar al espectador, golpear su conciencia y hacerlo
reflexionar, objetivos imposibles que desaparecen en ese enorme cubo blanco que
es cada una de las salas del centro.
The End es de lo mejor que hay en toda la exposición. Plantea si
vivimos en el momento adecuado o, por el contrario, nos hallamos en un
temporalidad neutra, en la que todo lo emocionante ha ocurrido o está por
llegar. Nuestra vida como una sala de cine después de una proyección, el vacío
más banal, buena metáfora del conjunto expuesto. La indiferencia es el
sentimiento vertebrador que dirige al visitante por los distintos espacios,
piscinas sin agua, bombillas rotas, dos bolleras comiendo bollos, una rebelión
blanca sobre blanco. La vista pasa por encima de unas obras frías y apáticas
que mueren en el mismo instante en que el ojo fija su atención en otro lugar. A
veces hay fogonazos, no todo es tan insulso, por momentos parece que la sesión
fílmica va a empezar, que ha llegado la hora de lo interesante, pero todo queda
en puro artificio. Lo glacial da paso a una inocencia cándida, tierna,
patética. Archivo: drag modelos presenta
una serie de fotografías en las que personas anónimas se visten e imitan a sus
héroes de infancia sin importar el género asignado, es así una crítica sin
gancho, un niño que se enfrenta a un boxeador profesional, imposible que nadie
humano no se coloque de su parte, pero el enemigo no tendrá piedad en destrozarlo.
De la misma manera, El estado de la
cuestión, tiene el mismo defecto, es un vídeo buenrollero en el que
personas de distintas razas y preferencias sexuales ensayan en zona Schengen la
ambigua canción I'm a mistery,
matando dos pájaros de un tiro, critican las políticas migratorias europeas y
la homofobia, resultando parecido al clásico anuncio de alguna marca de ropa
archiconocida que trata de hacer de manera secundaria una crítica al racismo y
la homofobia, por ello se queda en lo anecdótico. Lo mismo se puede aplicar a Casting: James Dean o a Bailar El Género en disputa #1 y #2, obras que apuntan bien a su
objetivo, seguramente lo alcancen, pero esa victoria no tiene forma real de
cristalizar de ninguna manera, no pasa de una mera ilusión que se desvanece en
pocos segundos.
Poco más se puede comentar de una
exposición tan insípida que recuerda a los melodramas edulcorados que amenizan
las tardes domingueras. Un comisariado menos neutro habría ayudado a suplir la
escasa fuerza intrínseca de las obras, pero esta ausencia hunde el conjunto en
un agrio manifiesto que se asemeja más a una carta a los Reyes Magos que a una
obra referencial para la lucha de género. Por lo menos es sólo un borrador.
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