Muntadas
– Palabras, palabras…
Galería
Moisés Pérez de Albéniz
21 de enero – 18 de marzo
Fátima M. Marín Núñez
La
segunda década del siglo XXI. La época de la excesiva comunicación que se
convierte en incomunicación absoluta. Los programas televisivos que embotan la
mente. Los medios que eligen por ti cómo debes pensar, qué noticias te deben
interesar. Cuáles debes olvidar. Lo efímero de las mismas, su corta esperanza
de vida antes del siguiente bombardeo de sucesos, con una fecha de caducidad
anterior al momento de ser ingeridas. En todos estos aspectos de los mass media se centra gran parte de la
obra del artista Antoni Muntadas, así como su última exposición, Palabras, palabras…, palpitando entre
las paredes de la galería Moisés Pérez de Albéniz. Sobre los vocablos que
configuran los grandes titulares de la prensa, aquellos que consiguen llamar la
atención del lector romántico que aún hoy sigue fiándose de la compra de papel,
de fisicidad que prima sobre digitalización, sobre la filosofía contemporánea
del doble click. Éste elige doctrina y cómo ser engañado, cómo la información
será filtrada y moldeada hacia uno u otro bando, en una guerra interna
constante. Tras su exhaustiva lectura, vuelve a convertirse en residuo, en el
suelo donde el perro pueda pasearse sin ensuciar el resto del hogar, provocando
excrementos que taparán las fotografías, sus caras, bocas y también palabras.
El lenguaje es la base sobre la que
se sustentan culturas, el mayor símbolo de identificación. Es un organismo
vivo, y como tal, sus células nacen y mueren. Existen palabras que de tanto
usarlas son gastadas, o pierden su significado ante el vacío que las llena. En
2017, ¿qué significa democracia? ¿Acaso dicho término sigue existiendo? ¿En un momento
en el que corrupción, falta de justicia y de decisión ciudadana nos rebosan las
retinas, podemos confiar en que realmente lo haga? Democracia, ideología…
palabras que de tantos matices han perdido tonos, así como sus formas en los
muros de esta galería, donde se degradan hasta convertirse en opacidad negra,
donde nada traspasa, nada cruza al otro lado, no existen destellos ni reflejos.
Se convierte en un único modo de pensar. La única posibilidad de supervivencia.
Gobierno, miedo, transparencia, política, vanguardia. Los rascacielos donde se
producen apretones de masculinas manos que conducen al siguiente discurso.
Aplausos que lo enmudecen. La toma de decisiones se produce en corbata anudada.
Y los más de quince escalones. De
ascenso o descenso a los infiernos. Al podio donde un foco de luz produce un
halo de sacralidad en la figura que se alza frente a los micrófonos. Lo que se
dice en ese lugar no es más que la verdad absoluta. No todas las palabras valen
lo mismo, pues aquellas que pronuncia quien se sitúe en este nuevo altar
eclesiástico están altamente cotizadas, tienen mayor peso e impacto. Humo que
es registrado por las cámaras y desata incendios, sacude los cimientos de una
humanidad cada vez menos humana, donde el eco de voces como la de Mariano Rajoy
retumban en este pozo, al que se unen las de Donald Trump y demás nuevos
ídolos, dioses vivos de este pseudo-mundo resquebrajado. El personaje más
mediático es el que odia el media. El
que aparece en conferencia detrás de un plasma. Porque “a mí, ni tocarme. Ni
contaminarme. Formo mundo, pero estoy fuera de él”. Los titulares de prensa seleccionados
por Muntadas, de noticias efímeras y frases de tan corto recorrido como su
muestra, plastificados, pisados por el visitante curioso que decide ver el
podio desde otro punto de vista. Donde la sombra que se refleja en el halo es
la suya. ¿Acaso él tiene poder? ¿Existe cambio posible a través de la
concienciación política del interesado en arte?
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