Ficciones
y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo. Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía.
María Álvarez Villar
La muestra acoge parte de la colección
contemporánea del museo, elaborando una serie de discursos entorno a la
globalización, el territorio, los nuevos lenguajes, etc. no obstante, más que
pensar “la nueva razón del mundo” se trataría de pensar “en esta nueva razón
del mundo”, razón dictada por la globalización y el neoliberalismo económico,
ideas clave en el desarrollo de la exposición. Los artistas, más que proponer
nuevas formas de entender y enfrentar el mundo (idea que sólo se encontraría,
quizá, en “Vidas imaginarias”) se dedican a hacer visibles las redes
globalizadoras que otorgan un carácter multidisciplinar a todas las obras;
mostrar posibles formas de subversión y resistencia o, sencillamente, señalar
sus consecuencias.
No obstante, no debemos ver al
artista como un ente ajeno a esas redes, sino como un eslabón más, una Rueda dentada como la de Asier
Mendizábal que, en el proceso constante de intercambio de información, dinero,
materiales, intenta evidenciar aquello que ve a su alrededor o pasa
desapercibido. El artista, por tanto, toma parte, se posiciona, y así lo vemos
en uno de los discursos fundamentales “Globalización y territorio” donde se
ponen de relieve las consecuencias sociales, económicas y políticas de la
división ficticia del territorio; cómo avanzamos sin remedio del territorio
natural al politizado, como se ve en la obra de José Ribalta sobre Carlos V, y
cómo esta politización tiene unas claras consecuencias sociales, cómo se
asimilan las fronteras y se construye al otro, como vemos en la obra de A.
Muntadas: On translation: Miedo/jauf. La
identidad y la alteridad están necesariamente unidas, no hay un uno sin otro,
por ello, el mar nos separa y nos une a la vez, como podemos ver en The lottery of the Sea, de A. Sekula,
que conecta los puertos y vidas de diferentes ciudades abordando también
consecuencias para la naturaleza de estas conexiones como el hundimiento del
Prestige, interconectando nuevamente naturaleza, economía, globalización,
territorio y arte. El título, además, nos remitiría nuevamente a la obra de
Muntadas, a la “lotería” que supone nacer a un lado u otro del mar –“frontera
natural” si es que existe tal cosa- y que sin embargo tendrá siempre
consecuencias. Esta marea o red global se vería también en la serie Analogue de Zoe Leonard, que hace un
seguimiento de los caminos que siguen los fardos de ropa usada a través de los
diferentes territorios.
Nos resulta extraño concebir
espacios no dominados por estas ideas de pertenencia o propiedad, o
desprovistos de ella, como sucede en las obras de Pedro G. Romero en La ciudad vacía. La casa Badía de Vallés y H. Haacke en Castillos de arena donde el fotógrafo ilustra el estado de zonas
construidas durante el boom inmobiliario como el Ensanche de Vallecas en
Madrid, donde muchas de sus calles se denominan paradójicamente como
movimientos estilísticos del arte contemporáneo.
Finalmente, sobre las posibilidades
de subversión dentro de esta “nueva razón del mundo” la artista Patricia
Esquivías propone nuevas lecturas de la historia de España en Floklore #2, vinculando con humor a
figuras tan dispares como Felipe II y Julio Iglesias. Es interesante también la
propuesta de subversión a través del trabajo -por tanto, a través de la
apropiación de las estructuras- que proponen Creisher y Siekmann en Las trabajadoras de Brukman, así como
las obras del Taller Popular de Serigrafía de Argentina. Finalmente, cabe
destacar el brutal discurso de H. Steyerl, entre lo real y lo ficticio, en ¿Es el museo un campo de batalla? Sobre
las posibles consecuencias de estas redes, que ligan la institución museística
y su capital a la venta de armas, convirtiendo el museo en un campo de batalla.
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