martes, 7 de marzo de 2017

Ya no hay palabras.

Zoom in/Moving Stones. Maider López.
Galería Espacio Mínimo/ Museo Geominero.
María Álvarez Villar
La exposición de Maider López se podría dividir en dos partes bien diferenciadas: por un lado, la nueva relación con la naturaleza que se propone a través en Zoom in; y la correspondiente a Moving stones, situada en el museo Geominero, donde la artista fotografía reflexiona sobre la transformación invisible de la naturaleza, siempre unida a la mano del hombre. Frente a la inmensidad y la belleza del paisaje, la donostiarra declara no ser capaz de concentrarse en nada concreto y eso es lo que busca justamente en sus obras, centrarse en el detalle, aprehenderlos en su singularidad. En esta línea sigue Moving Stones, que pretende ser una reflexión sobre las consecuencias de nuestros pequeños actos en la naturaleza, detalles que a menudo pasan desapercibidos pero que terminan por dejar huella; obviamente el proyecto entraña también un alegato ecológico, dado que la huella humana en la naturaleza no suele ser precisamente inocua, incluyendo actos tan pequeños como mover una piedra. Este tipo de lectura también estaba presente en Ataskoa, donde López realiza una convocatoria pública para crear un atasco -ya de por sí una paradoja- en una carretera de montaña y así reflexionar tanto sobre el uso del automóvil, como promover nuevamente ese contraste entre el detalles, los automóviles, y la inmensidad del paisaje.

Si reflexionamos sobre nuestro panorama actual, la belleza que dejaba sin palabras a la artista se verá substituida por un clima de pesimismo y la desolación, donde igualmente parece imposible discernir aquellos detalles que escapan al resultado final, llevándonos al mismo estado de afasia que embarga tanto al artista como al espectador en la obra; un sentimiento que parece endémico a la sociedad posmoderna, incapaz de dejar atrás el peso de los proyectos vanguardistas fallidos, el horror de la guerra… como señala Angélica Liddell, luego de las sucesos acontecidos a lo largo del siglo XX como el horror de campos de extermino, escribir -verbalizar, hablar- requiere dar tregua a esa sensación de sinsentido que lo empaña todo. Hablar sobre lo que acontece o lo acontecido, no es fácil, ni siquiera en metáfora, por lo que a menudo nos encontramos manifestaciones que se basan en la reiteración y la relectura del pasado sin aportar nuevas perspectivas, por lo que tales manifestaciones llegarán a conclusiones ya conocidas en lugar de plantear nuevas preguntas y proyectos; lo que podría constituir una nueva forma de entender nuestra relación con la naturaleza llegará como siempre a un callejón sin salida donde la reflexión reconoce lo erróneo del planteamiento pero no su solución; y es que a ese nivel llega el estado afasia en el que nos encontramos. Deshacerse de esta perspectiva dominante y centrar la atención en el detalle constituye una propuesta muy interesante a la hora de repensar nuestra realidad (y encontrar en el detalle un hilo conductor olvidado que consiga plantear nuevas preguntas y la consecución de nuevas respuestas); no obstante, pese a lo interesante del planteamiento, el proyecto toma quizá una forma demasiado simplista. Pese a que el ejercicio propuesto por Maider López a sus alumnos de la Capadócia pueda resultar enriquecedor, el resultado y su forma de exponerlo en la galería perdura más como anécdota, recuerdo del ejercicio, que como verdadero resultado del ejercicio de toda esta tarea reflexiva, pudiendo dejar al espectador conocedor de sus intenciones, un tanto decepcionado.



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